Ajustes y arranques

Por: David Z. Nowell - 

22 de marzo de 2024

Una lección aquí, si la escuchamos. . .

Las respuestas no siempre son fáciles, pero se trata de niños a los que nuestro Señor ama. Y nosotros también.

A los 17 años, Enrique ya tenía toda una vida de malas decisiones a sus espaldas. La primera vez que le atendieron tenía 13 años y era adicto a las drogas.

Desapareció en dos horas.

Otros meses en la calle, yluegovolvió a ser atendido. De nuevo, desapareció en dos horas.

Ese ciclo se repitió una y otra vez, al menos diez veces en los años siguientes.

Otros meses en la calle, y luego volvió a ser atendido. De nuevo, desapareció en dos horas.

Ese ciclo se repitió una y otra vez, al menos diez veces en los años siguientes.

A veces incluso se quedaba hasta un día, pero la llamada de las drogas y el atractivo de las calles pesaban más que la prometida seguridad de un hogar.

Con cada vuelta a la calle, Enrique caía más y más profundamente en el ciclo de la drogadicción. El consumo se convirtió en tráfico, hasta que un día Enrique se cruzó con los narcotraficantes de su barrio y éstos le pusieron una orden de ejecución.

Finalmente Enrique tocó fondo.

Por fin había bajado lo suficiente como para estar dispuesto a permanecer bajo cuidado y a escuchar la voz del amor de Dios.

¿La lección? Sencillamente ésta: la transformación suele tener varios matices.

Cada vez que Enrique se alejaba era una oportunidad para que nosotros renunciáramos a él. Pero Dios no se da por vencido con nosotros, ni siquiera en nuestra repetida rebeldía, y nosotros tampoco nos damos por vencidos con los Enriques del mundo.

En el trabajo de atender a niños cuyas vidas han sido prácticamente destruidas por el mundo, hay muchos, muchos tropiezos. Pero el amor transformador permanece en nuestras familias, nuestras iglesias, nuestras comunidades. En nuestro mundo.

¿Y Enrique?

Lo último que supe es que aún le quedaba un largo camino por recorrer, pero llevaba dos años recibiendo atención constante, estaba limpio y en vías de graduarse. Se encontraba en un buen momento de su vida, con un trabajo fuera del campus y la promesa de un futuro, todo gracias a que algunos seguidores serios de Cristo no se rindieron incluso después de múltiples oportunidades fallidas.

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